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domingo, 5 de febrero de 2012

Capitulo 4

Como siempre me voy andando, está anocheciendo aunque no son más de las siete y media. Pasando por la puerta del café me encuentro con Sharon Taylor, una chica que la mayoría de las veces está sola. No se le ve mala chica, es algo seria y por lo que respecta a su físico, no es fea, pero tampoco guapa y no muy alta, de cabello caoba y ojos marrones oscuros. Aunque la conozco desde pequeña no hemos hablado mucho, porque, como se ve, no es una persona muy habladora, ni tampoco muy sociable.
Me quedo mirándola mientras ella sigue adelante tan tranquila y serena como de costumbre.
Un chico la llama mientras se dirige corriendo hacia ella y le empieza a gritar. No oigo muy bien lo que dicen solo escucho palabras y frases incompletas cuando suben un poco más el tono de voz, pero de todas formas, no tenía muy buena pinta. Los gestos del chico son bastante agresivos.
Pienso que, a lo mejor es, una discusión de pareja y decido irme, aunque me remuerde la conciencia y la pobre chica me da pena, yo ahí no pinto nada. Pero de pronto escucho un golpe. El chaval le ha abofeteado la cara, no lo pensé dos veces y eché a correr hacia ellos, pues aunque no tenga mucha amistad con Sharon no puedo permitir tal brutalidad.
–– ¡Déjala animal! - grito mientras me acerco hacia a ellos.
Los dos miran desconcertados , ninguno se espera que alguien diga nada.
De pronto me doy cuenta de que el chico es Dylan House, un chico violento y delincuente además de bestia. Por mi parte se podía ir bien lejos y no volver nunca más, porque pocas personas lo echaría en falta.
Es alto y musculoso, yo diría que es hasta exagerado. Y es pelirojo de ojos azules.
No lo aguantaba.
–– Tú no te metas, no te incumbe - dice Dylan amenazante.
 “Si ese se cree que me voy a echar atrás, va fino”
–– ¡Te he dicho que la dejes! - vuelvo a gritar al lado de Sharon.
Sí, se me va muy rápido la paciencia, y más si es por el tema de que los hombres tienen el derecho de hacer con las mujeres todo lo que les plazca. Es algo que no soporto.
Sharon me mira asustada, o aterrada sería la palabra correcta.
Dylan agarra a Sharon por los hombros para atraerla hacia él y llevársela y la chica se intenta desprender de las fuertes manos que la aprisionan, pero no le sirvió de nada.
–– ¡Suéltame ya, Dylan! - habló por fin.
No aguanto más viendo esa escena así que me dirijo hacia él, lo llamo y cuando estaba lo suficientemente cerca le atizo un en la cara un puñetazo con toda mi fuerza. Tiró a Sharon al suelo, retrocedió unos pasos agarrándose la nariz y soltando disparates por la boca, de mientras que él se queja le di una patada en la entrepierna y gritando cae al suelo de rodillas.
Me acerco a la pobre chica tirada en el suelo y la ayudo a levantarse.
–– Date prisa, levanta.
Sharon se levanta y me mira sorprendida.
–– Vamos, Sharon – digo agarrandola de la mano –. ¡Corre!
Nos dirigimos al parque y nos escondemos. Por suerte lo hemos perdido de vista y podemos pararnos a descansar debajo de un enorme árbol sentadas en el césped, estamos ahogadas.
Sé que estoy loca por haberle pegado y que podría haber salido mal, pero no ha sido así, ha salido bien y me alegro de haberlo hecho.
Ese en uno de mis defectos, muchas veces actúo por instinto y me meto en problemas, la adrenalina que siento cuando corro peligro es como si me diera vida.
–– Oye Leslie, gracias por lo de antes - dice agradecida.
–– No tienes por qué darlas - contesto y sonrío.
Estamos calladas durante un par de minutos, el tiempo que necesitamos para recuperar el aliento y que nuestras pulsaciones vuelvan a la normalidad.
En frente de nosotras hay un caminito de tierra que no es muy ancho y está rodeado de césped y flores pero como se ha hecho de noche no se veían muy bien. Me acuerdo de qué tenía que volver a casa, Dana sigue sola.
En ese momento Sharon se levanta y me ofrece la mano para ayudarme a levantar.
–– Bueno, me tengo que ir, mis padres me están esperando - dice.
–– La verdad es que a mi también me están esperando - le sonrio y a continuación digo -. A ver si el próximo día que hablemos no sea por ningún incidente.
Reimos.
–– Si, ya quedaremos un día - dice – Adiós, Leslie.
— Adiós – sonrio.
Después de despedirnos veo como se aleja y miro mi móvil para ver si tenía algo, pero no había nada nuevo.
El parque hoy parece un lugar mágico, es precioso, además está poco iluminado, únicamente  por la luz de las farolas y de la Luna que está creciente, por lo que no se ve mucho.
Me pongo a caminar pero de mientra mirando a los alrededores. Nunca he visto así el parque, era parecido al de siempre pero a la vez completamente diferente. De pronto veo algo blanco en el suelo, era una carta con un sello de cera rojo, me agacho y la cojo, miro alrededor para ver si hay alguien, pero estaba sola. En el interior del sello hay una rosa florecida. La abro y el sello se rompe, lo único que encuentro escrito es una línea en letra antigua, cursiva y muy bonita, donde pone;  “La apariencias engañan y no todo es lo que parece…”
Escucho un ruido proveniente de los árboles.
 — Oiga señorita, ¿qué hacéis leyendo eso? – dice una voz aguda que parece estar algo molesta.
 — ¿Qué? ¿Quién está ahí? – pregunto desconcertada.
 — Arriba, en el árbol.
Había un hombrecito pequeño subido en la rama del árbol que estaba justo encima de mí.
Baja de un salto.
 — ¿Pero cómo…? – pregunto para mi misma en voz baja.
Mi estado de perplejidad es mayor del que he tenido nunca antes, no entiendo cómo puede haber saltado desde esa altura sin hacerse el mínimo rasguño, definitivamente eso no era algo normal.
 — Hágame el favor de dejar de preguntar y responder a mi pregunta – dice y, seguidamente, añade –. Y, por favor, cierre la boca que le van a entrar moscas.
Cierro la boca, no me he dado ni cuenta de que tenía la boca abierta, pero normal, después de eso que pretendía que hiciera.
 — Pues la he visto en el suelo y la he cogido para leerla.
 — Haya lo que haya, no es de su incumbencia señorita. Y ahora, si no le importa, démela - dice educadamente el pequeño hombrecito.
Se acerca a mí y extiende la mano, una mano diminuta, en la que le coloqué la carta ya abierta. La agarra y se metió el sobre en el interior de su chaqueta negra.
Ahora que me fijaba ¿de donde sacaría esa ropa? Parecía sacada de otra época.
 — ¿Quién eres? – pregunté.
 — Stavoros, el Guardián del Bosque y, ¿vos sois?
 "Una de dos, o se está quedando conmigo, o está loco" – pensé.
 — Yo soy Leslie Brooks.
El pequeño enano, perdón, Stavoros, me mira algo extrañado.
 -- Sois una jovencita un tanto extraña - espetó.
Si hablamos de alguien extraño el es la persona idónea, así que no sé a qué venía eso.
Stavoros sacó de su bolsillo un reloj de mano de oro y aspecto antiguo, con grabados en la tapa. Lo abrió y miró la hora.
 — Señorita, ha sido un placer conocerla, pero ahora con su permiso, debo irme – se despide
Se da la vuelta y comienza a caminar, pero yo aun estoy algo confusa y extrañada. Todavía no sé qué es ese pequeño hombrecito.
 — Espera un momento – digo y seguidamente añado -, ¿qué eres en realidad?
Stavoros se paró y giró para mirarme.
 — Soy un duende, damisela – dice y comienza una vez más a caminar hacia los árboles.
Veo cómo desaparece en la multitud de plantas del parque. Vuelvo a casa alrededor de las nueve y cuarto, y lo primero que hago nada más llegar es poner la calefacción y encender la chimenea. Después saco a Dana y le pongo su cuenco de leche. Yo no tengo hambre así que no comeré nada.
Voy hacia la chimenea a calentarme un poquito y me siento en el sofá color crema que está enfrente de la televisión y cogo la manta de siempre. Dana se recuesta entre el hueco del respaldo del sofá y mis piernas recogidas encima del sofá y escondidas en la gruesa y suave manta color beig oscuro. La verdad es que Dana se camufla bastante bien, pues son del mismo color. Ahí me tumbo a ver la televisión, pero al poco tiempo me quedo dormida, como los demás días, pero otra vez me despiertan los mismos ruidos de la noche anterior; esas malditas pisadas.
Decido volver a salir, cojo el mismo paraguas de anoche y abro la puerta delantera, pero esta vez no espero. Veo la silueta de un hombre alejándose, otra vez, me es imposible alcanzarlo, o al menos lograr tirarle alguna cosa, pero no, no puedo. ¿Quién será? Bueno, al menos ya sé una cosa, es un hombre, pero la verdad es que eso no ayuda mucho.
Vuelvo dentro, me llevo a Dana arriba y me acuesto.

A la mañan siguiente cojo ropa limpia para ducharme. Al terminar me miro en el espejo; mi largo cabello ondulado y castaño oscuro aún está húmedo, pero de todas formas así me lo voy a dejar.
Bajé y le preparo a Dana su cuenco, está claro que tengo que ir ya al supermercado, tampoco me queda mucho dinero, así que si mi madre no viene dentro de poco, estaré sin blanca, porque, como siempre, ella me da el dinero aproximado para los días que están fuera.
Me voy al instituto con Ángelo. Durante el camino hablamos de las pruebas de ayer y me felicita por haberlo hecho como lo hice. Cuando llegamos pienso en si decirle a mis amigos lo del parque, pero decido que es mejor no contarlo, al menos, por ahora porque no sé cómo reaccionarán.